La esperanza que nos mueve
Isaías 35:1-6
“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y
florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y
cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura
del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura
del Dios nuestro. Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas
endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí
que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y
os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los
oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un
ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el
desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en
estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de
chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos”.
El tiempo de adviento trata sobre la venida del Señor
Jesucristo, y el libro de Isaías es uno de los que más nos habla de
ello. El profeta Isaías nos muestra lo que el pueblo esperaba que
ocurriera con la llegada del Mesías. El pueblo por su parte, una vez
más se encontraba viviendo desdicha e infelicidad. Nosotros muy a
menudo solemos perder el verdadero sentido de la felicidad, y nos vemos
envueltos en una constante rebeldía y juego con nuestro Dios, en un ir
y venir. Actuamos de esta forma porque consideramos que Dios no nos
hace caso y no responde a nuestros llamados. Esto no es más que una
manifestación de lo que hay en nuestro corazón, una muestra de lo poco
que toleramos la espera y cómo rompemos relación con nuestro Padre al
no ver una respuesta suya en nuestros tiempos y con nuestros
parámetros. Nos desesperamos y molestamos con Él.
Sin embargo, vivimos en una constante espera. Al igual que el pueblo
de Israel, esperamos por Cristo, pero algo nos diferencia del pueblo
de Israel: nosotros tenemos evidencia de Su venida, estamos esperando
su segunda venida y total de nuestro Señor.
La fe nos da paciencia y la paciencia nos da esperanza. Hoy en
día prácticamente no hay atisbos de esperanza en el mundo, pero
nosotros los cristianos sí podemos tener esperanza, porque sabemos que
no está todo perdido.
La esperanza nos lleva a:
-
Buscar la gloria (de Dios):
-
Vivir en Él:
-
Ver su restauración total:
Lo que Isaías decía, Cristo lo cumplió, y la multitud se maravillaba ¿Qué nos pasa a nosotros ahora? Cristo está aquí ahora, y debiéramos maravillarnos, porque nos quitó la ceguera, nos sanó. Nosotros seguimos enfermos a causa del pecado, pero nuestra esperanza es Cristo que vendrá a restaurarlo todo. Sin embargo, estamos tan afanados en nuestras preocupaciones que no vemos que no hay nada que le pueda dar felicidad y sanidad total a nuestras vidas, sólo Cristo.
Rvdo: Alejandro Lara
Apuntes: Claudia Guiñez